Las cosas que tengo
Tengo un jardín de helechos negros en el fondo del mar
profundo.
Nuevas frondas se desenrollan lentamente acariciando la
obscuridad del mar. Te puedo llevar allá.
Tengo un bosque con tus lágrimas, miedos, esperanzas y
amores.
Tengo un arroyo que siempre fluye, un bosque en plena
floración.
Tengo algunas esperanzas abandonadas escondiéndose dentro
de la lluvia. Solo las veo cuando llueve y reviven antes de ser lavadas de
nuevo.
En la cicatriz entre dos océanos tengo tu pena, un par de
aretes y todas las lágrimas que has perdido. Ven, también tengo limonada.
Dentro de las horas más oscuras de la noche tengo
cuarenta elefantes que hablan con el fuego, veinte tsunamis que le susurran al
viento, cien nubes que pueden derretir tus vísceras y tres volcanes como botana.
Tengo una llama que es mi sombra. Me sigue a donde quiera
que voy, me lame y me quema. Unas veces es caricia, otras quemadura. Por
dentro.
Tengo un lugar dentro de mí misma donde el hielo es
perpetuo, donde el silencio susurra y la luz de luna es filosa como una daga.
Tengo dentro de la curva de una ola las voces de las
caracolas, sus susurros y secretos. Es el único lugar en que el océano es sordo
a su propia voz.
Tengo un puñado de polvo de olas en mi mano. Lo estoy
guardando para ti. Lo arrojaré sobre ese acantilado en medio de las dunas del
desierto.
Tengo unas vías de tren en medio del mar. Los erizos
ruedan sobre ellas, deletreando en cada vuelta –y en tiempo real- las novedades
del mar.
Tengo el fuego de tus ojos en la punta de mis dedos. Lo demoro
sobre la tierra, incendiando todo lo que toco. Esta noche llegaré al océano.