El Beagle
El
viejo garabatea en su libro de notas nuevas ideas tras notar las lluvias
torrenciales que ha observado en los desiertos costeros que su barco recorre.
Ha visto los ríos cargar toneladas de sedimento y depositarlos en el mar, sobre
los arrecifes, ha visto también cuerpos de aves flotando cubiertas de una sustancia
negra y oleaginosa. Catástrofes naturales y otros eventos inundan sus
pensamientos y su mente oscila de una idea a otra sin que la pluma y la mano la
puedan seguir. El viejo acaricia su barba, se rasca la nariz, limpia sus lentes
cubiertos de brisa marina y continúa escribiendo.
Por muchos años él y su tripulación
han recorrido las costas de los siete mares. Han visto los paisajes cambiar,
las aves desaparecer, los animales extinguirse. El viejo sigue escribiendo en
su cuaderno de notas mientras una lágrima escurre por sus mejillas. Por años ha
viajado en aquel barco que tanto ama y que tan determinante ha sido en su vida.
Por años ha estado tan absorto en sus ideas y sus observaciones que está a solo
unos minutos de, por primera vez en todos esos años, darse cuenta de que no se
ha cruzado con ningún otro barco en ninguno de los mares y costas que ha
recorrido.
Rompe en lágrimas en un llanto
ahogado que le empapa la barba y los anteojos y que le deja en los labios un
gusto marino. Se siente solo, confundido. Siente que todos esos años han sido
inútiles porque cada vez está más lejos de poder dar una explicación a los
fenómenos naturales que lo han apasionado por años. Con los ojos todavía
empapados en lágrimas se asoma a cubierta para observar a la tripulación. Los
nota a todos tranquilos, unos trabajando y otros fumando y platicando
entusiasmados sobre el viaje como si acabaran de zarpar. El viejo se siente más
solo, pues ahora siente que quizá sea la vejez la que ahora le impide aclarar
sus ideas y entender el transcurso del tiempo. Con manos temblorosas busca
entre sus cosas los cuadernos de notas, abre una caja, abre otra y la miríada
de cuadernos negros y fechados lo avasalla provocándole otro ataque de llanto.
Con la respiración ahogada saca la caja del fondo para corroborar la fecha en
el primer cuaderno de notas. El llanto no le permite ni respirar cuando se da
cuenta de la fecha en ese primer cuaderno de notas y la compara con la fecha
que escribió en la mañana. Solo, confundido, profundamente triste y desolado,
el viejo se duerme con sus propias lágrimas.
HMS Beagle by Conrad Martens. |