En el laberinto de su cuerpo
En el laberinto de su cuerpo
En el laberinto de su cuerpo, su corazón
era una caverna grande y llena de ecos. Cada amanecer, un mar de murciélagos
regresaba de la noche.
En sus pulmones
corría el viento de lado a lado. A veces viento suave y caricia, a veces
tornado y explosión, casi siempre arrullo y vaivén.
El río de sus
venas era un laberinto de corrientes mudas pulsando un ritmo primitivo. Algunos
días, rojos remolinos se forman aquí y allá.
Una caverna de
afilados cristales se encuentra en las cuencas de su hígado. Un río de bilis a
veces lo recorre: odio, rencor, remordimiento.
Perdido en una
idea dio giros y escaló circunvoluciones cerebrales. Voló sobre sus
pensamientos: fue bruma, impulso eléctrico y resplandor.
Un mar de fibra y
carne se estremece y extiende. Sube y bajan las olas en el corazón, junto a las
vísceras y el hueso. Músculo magro y movimiento.
Un mar de fibra y
carne se estremece y extiende. Sube y bajan las olas en el corazón, junto a las
vísceras y el hueso. Músculo magro y sangre.
De seda y
corriente eléctrica, su piel es un mapa de cicatrices, sensaciones, placer y
aire. Es un espejo y una constelación de lunares.
Silencio y
chispa, la red de nervios se enciende y apaga sin cesar. Si acaso brillamos es
por su luz; si se apagan sobreviene la obscuridad.
Cargados de mineral
y tiempo son nuestra historia. Ellos hablan sobre nuestro movimiento: serán el
polvo después de que nos hayamos ido.
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