Reloj de arena
El tiempo se mide en soles, soles que
circulan el cielo, que entran y salen de la bóveda celeste, que suben y bajan,
soles que calientan.
El tiempo se mide en lunas, las que nos
dieron luz, las que no estuvieron, en las que quisimos amar y amamos, las lunas
rojas del atardecer.
El tiempo se mide en olas, las olas de
las que huimos, en las que nos adentramos, sobre las que navegamos, las olas
llenas de espuma y sal.
El tiempo se mide en palabras, las que
aprendimos y olvidamos, las que susurramos y callamos, las sonoras y poderosas
palabras que pensamos.
El tiempo se mide en caminos, los que
andamos y los que evitamos, los que inventamos, los caminos que nos esperan y
los que nos desesperan.
El tiempo se mide en ríos, los que nos
traen agua y cantos rodados, los que nos arrastran, los fragorosos ríos que nos
recorren por dentro.
El tiempo se mide en silencios, los que
tememos, los que caen como truenos, los que nos juntan y separan, los suaves
silencios que buscamos.
El tiempo se mide en miradas, las que
ocultamos, con las que acariciamos y entramos, las miradas con las que vemos,
entendemos y aprendemos.
El tiempo se mide en estrellas, las que
caen y las que mueren, las que nos guían, las estrellas que nos cubren con su
luz de soles lejanos.
El tiempo se mide en caricias, con las
que buscamos y encontramos, con las que recorremos, las caricias que iluminan y
nos abren los ojos.
El tiempo se mide en soles, lunas, olas,
palabras, caminos, ríos, silencios, miradas, estrellas, caricias. El tiempo es
arena, solo es arena.