Un día proclamamos


que no había límites
lo dictamos como ley
y jurando en piel creímos
que el conjuro involucraba
a nuestro amor pero olvidamos
deshacerlo de demonios

y nuestras inexpertas manos acercaron
como entrañas muertas de hambre
a la tormenta enfebrecida
            de los celos como agujas
            de la angustia esa que orada
            y dolor del que persiste
y nuestros corazones inundados
en vano buscaron
un camino de regreso
que el viento había borrado

pedí al cielo la gracia
de no volver a verte

hasta logré ver las flores
coronando tu tumba en el bosque
rodeada de niebla y de montañas
el amor sigue ahí (al final teníamos razón)
nosotros hemos traicionado.
Imagen de Artem Tschaikowsky tomada de aquí.

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