Crónica de una araña

Hay una araña que vive en el techo sobre mi cama, en un agujero perfecto. Sola, siempre sola, espera presas día a día.
La araña se asoma desde su agujero. Rodeada de la inmensidad del techo blanco, paciente la araña espera. Me pregunto qué hará toda la noche.
La araña no ha salido de su agujero. No es la mañana lo que le interesa, ni el resplandor del sol, ni las alegres criaturas matinales, no.
La araña se aventura dos centímetros de su agujero. La blanca extensión que mira es igual para todos lados. Indecisa y abrumada, sólo mira.
Aún en la noche, la araña sale con cautela. Sigilosa, se mueve en círculos alrededor de su agujero. Se aleja y regresa, tímida otra vez.
La araña no sale de día. Le gusta lo fresco de la noche, la somnolencia. Se aleja de la algarabía del día, de las alegres criaturas del sol.
Con el sol se esconde la araña. Se queda en su agujero rumiando las delicias de la noche, contando con sus ocho patas el paso del tiempo.
Insegura todavía de la contundencia de la noche, la araña asoma dos patas. El foco la hace dudar mientras los grillos la alientan a salir.
Todavía hay solo una araña.Una sola araña nocturna con una vida de espera:esperar la noche, esperar comida y, tal vez, esperar a otra araña.
El aire huele a lluvia, la paz del escampe y diminutas gotas con olor a tormenta aún flotan en el aire. La araña no ha salido de su agujero.
Oleadas de calor vienen y van, una nueva tormenta acecha.Los insectos no se atreven a invocar la lluvia.La araña sigue dentro de su agujero.
Entre trinos y humedad, la araña aventura sus patas fuera del agujero. Explora de un lado y del otro, comprobando la inminente mañana.
La lluvia y su cielo oscuro le hacen creer que la noche se aproxima.La araña se apresta a salir adelantando dos patitas fuera de su agujero.
Sale, da la vuelta, vuelve a entrar, se mueve nerviosa dentro de su agujero. La luz de la luna confunde a la araña.
En el agujero, la araña sigue siendo una.
Aprovechando el sonido de la lluvia la araña hace un rondín alrededor de su agujero.Viene la calma y la araña regresa presurosa a su morada.
La araña se demora en su agujero, rumiando tiempo, esperanza y desconsuelo, dejando que la vida pase.
Aprovechando los días de lluvia la araña hace limpieza en su agujero: desde lo alto -y con mucho trabajo- deja caer una viruta de pintura.
La araña camina insegura apenas tocando el relieve del techo. En segundos envuelve a su presa y vuelve, sin dar media vuelta, a su agujero.
La noche ha caído, un perro ladra sin parar, los grillos cantan al unísono, el viento fresco corre. La araña mira al este y no se mueve.

Entiendo que se murió, partió, o fue devorada. Nadie se asoma del agujero del techo. La araña no ha sido vista de nuevo.


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