Transformaciones


Sus pensamientos se cristalizaron en forma de gotas, canicas y burbujas. El cuarto se fue inundando de vidrio. Abstraída, siguió pensando.
Sus suspiros se materializaron en seda y un río nació a partir de ellos. Hubo meandros y humedales. Algunos, muy hondos, zanjaron cañones.
Sus llantos ahogados penetraron el suelo. Ahora se mueven bajo la tierra, dirigen terremotos, coordinan volcanes en erupción. Son roca fluida.
Su nostalgia se volvió neblina, escurrió en cristales y paredes, formó densos bancos bajo los techos. Pero sobre todo, le nubló la vista.
Su rencor se volvió cortina negra, sombra resplandeciente. Como petróleo escurrió, pesado, al fondo del océano, y de ahí regresó a la noche.
Su tristeza se convirtió en un lugar en el pecho donde siempre llovía, una tormenta en la respiración cuando lloraba: una inundación interna.
Sus anhelos se elevaron hacia el cielo. Los verticales fueron cúmulos, los húmedos nimbos y los fríos cirros. Todos enrojecen al atardecer.
Su desesperación estalla y va dejando chispas, pedazos de flamas, huellas quemadas. Los ojos chispean, el corazón se rostiza y hierve.
Su voluntad se hizo sombra: crecía, disminuía, desaparecía. Tenue en la niebla, intensa bajo los rayos del sol: viscosa, efímera, inseparable.
Su miedo no se hizo obscuridad sino luz cegadora. Luz gaseosa expandiéndose y cegando todo y a todos a su paso. Dicen que sigue creciendo.
Su amor tomó todas las formas: nube, petróleo, canica, ola, neblina, sombra, gotas, roca fluida, lluvia, erupción volcánica. Lo fue todo.

Volcan Chaiten. Imagen de Paul Kim.
 
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