El día que la tierra
Dicen que ese cerro no siempre estuvo ahí, y dicen también que ha ido creciendo poco a poco a lo largo de los años. Ese cerro es el único que existe en muchos kilómetros a la redonda y su existencia tiene una explicación.
Todo empezó cuando a ella le entró en la cabeza eso de caminar y caminar, cuando descubrió que la tierra podría ser recorrida hasta el cansancio, cuando descubrió que incluso el mismo camino podía ser recorrido todos los días y todos los días ofrecer algo nuevo. A ella le gustaba recorrer los caminos que como cicatrices tenía la tierra que le rodeaba, desde pequeña su mayor placer y en lo que invertía su tiempo y sus energías era en caminar por ahí. Regresaba a la hora que el cielo tiene el mismo color de la tierra oxidada, el rojo, antes de que llegara al negro profundo de la tierra húmeda. Ahí, cerca de la tierra transcurrió su niñez, ahí junto a ella pasó de la niñez a la adolescencia cuando un día volvió a su casa con las piernas escurridas de sangre, oculta por una fina capa de tierra, de polvo. También, muy cerca de ella, pasó de un salto al mundo sensual de los placeres corporales cuando un hilo de sangre escurrió a la tierra. Ese fue quizá el día decisivo, porque la tierra sintió el orgasmo como propio cuando un espasmo le fue transmitido.
Fue entonces cuando la tierra se abandonó y empezó a creer que ella era la que había concebido. Después de darse cuenta que ella esperaba un hijo inició una etapa frenética de entrega y empezaron a aparecer árboles cargados de frutas, raíces jugosas, tubérculos suculentos, vegetales, flores y semillas aquí y allá. El bebé creció nutrido de delicias y alimentos prodigiosos.
Pero llegó el día y la tierra no sintió ningún dolor que le indicara que de sus entrañas algo iba a nacer. Su angustia le fue transmitida al cielo y este para tranquilizarla le dio de beber toda el agua que tenía. Corrieron hilos de agua que poco a poco se convirtieron en ríos recorriendo las cicatrices de la tierra. El bebé estaba a punto de nacer y la madre se encontró de repente perdida entre tanta tierra en movimiento, entre tanta tierra arrastrada por el agua. Y el bebé nació ahí y la tierra y el agua lo cubrieron. La lluvia dejó de caer del cielo, pues éste sintió que la tierra había parido.
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